lunes, 26 de agosto de 2013

Nunca me regales una rosa.

Puedes pensar que la quieres.
Porque ella no es una niña,
no juega a las muñecas.
Ahora se ha convertido en una.

Ya no es tu muñeca,
la has dejado escapar.
No quiere que le enseñes la ciudad,
se sabe guiar.

Las relaciones, al igual que las plantas. Si no las riegas, mueren.




Y aunque nadie me lo había dicho, comprendí que cuando una rosa se marchita, también lo hace la relación.

No me han gustado nunca las rosas.

Te echaré de menos.

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